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Farándula Cubista

«Antonio Álvarez, cien años después, interviene las obras de Picasso con imágenes icónicas de vedettes mexicanas del siglo XX, construyendo una red de múltiple lectura,  siguiendo la misma estrategia de contradicción y reconociendo, al igual que Picasso, la mutabilidad y capacidad combinatoria de los signos y la memoria.»

César Gordillo Aguilar

“Ninon Sylvette”

2019

91 x 62 cm

Óleo sobre impreso sobre cartón

“Thelma Tixou sentada”

2018

120 x 90 cm

Óleo sobre lienzo

“Gigi Monet con brazos levantados”

2018

120 x 90 cm

Óleo sobre lienzo.

“Susuky sentada en un sillón rojo”

2018

80 x 70 cm

Óleo sobre lienzo

“Rosella sentada con sombrero de charro”

2017

122 x 92 cm

Óleo sobre lienzo

“Grace Renat con collar sin arlequín”

2017

140 x 50 cm

Óleo sobre lienzo

“Busto de Amira Cruzat”

2008

81 x 60 cm

Óleo sobre tela

“Autorretrato”

2008

60 x 50 cm

Óleo sobre tela

“Chiquito pero Picasso”

2007

100 x 75 cm

Pastel y grafito sobre yute y papel

“…..y la puerta del siglo XX se abrió de pronto”  María Minera, 2007

El espacio pictórico se quiebra, se compartimenta, se rompe la perspectiva. Una figura femenina, dislocada, luciendo retadora una máscara africana abre violentamente la cortina, irrumpiendo en la escena, rompiendo todas las convenciones de representación del espacio en el interior del plano pictórico…

Picasso se preguntaba si la pintura podía ser “más real que la realidad”, y en el verano de 1907, ofrece a Gertrude Stein, André Derain, Ambroise Vollard una dosis de realidad que más tarde Braque llamaría “tragar una soga y beber aguarrás.”, la obra que parte los modelos de la pintura durante el siglo XX: “Las Señoritas de Aviñon”, un trago que ni el mismo Matisse lo podría pasar, una soga que “amarraría y estrangularía” los sistemas tradicionales de representación y “deslavaría”, como aguarrás, los límites entre la abstracción y la figuración al introducir un nuevo objetivo en la pintura: la representación del tiempo.

Pero, ¿por qué retomar, cien años después, éste amargo trago de aguarrás que liquidó al ilusionismo haciendo descender a la pintura al plano de la realidad?.

La decisión de Antonio Álvarez Morán parecería a simple vista pretenciosa y banal, pero analicemos: Picasso, entre los años 1907 y 1908 sentará las bases de un nuevo modelo de representación (el Cubismo) demostrando mediante la contradicción estilística (lo hispano, lo clásico, lo negro) que las imágenes de significación transparente no existen, que los signos migran y pueden combinarse, y que la representación del tiempo en un sistema bidimensional es posible.

Antonio Álvarez, cien años después, interviene las obras de Picasso con imágenes icónicas de vedettes mexicanas del siglo XX, construyendo una red de múltiple lectura,  siguiendo la misma estrategia de contradicción y reconociendo, al igual que Picasso, la mutabilidad y capacidad combinatoria de los signos y la memoria.

Y es ahí donde radica la aportación de “Farándula Cubista”: en la introducción de la memoria como objetivo de representación a partir de la manipulación de imágenes populares, estrategia que Antonio Álvarez ya ha recorrido en series anteriores, pero que al enfrentar con siete obras del periodo negro de Picasso le requieren un juego múltiple que implica su memoria personal, la memoria histórica de la pintura misma en torno a la cual trabaja y la memoria popular personificada en las vedettes.

El juego, varias veces repetido, acaba por exigirle la construcción de una intrincada red de formas y texturas (tomadas de la tradición textil hispana), donde espacio, tiempo y memoria construyen un nuevo signo complejo que integra lo popular, la alta pintura, la línea, el plano masivo, el color vibrante, la pincelada fragmentada, pero sobre todo los recuerdos, que realmente son el gatillo que dispara la nueva significación de la obra, demostrando al igual que en las pinturas originales de Picasso, la esencia mutable de los signos culturales y la memoria.

César Gordillo Aguilar

Julio 2007